El mundo antiguo estaba repleto de maravillas mecánicas. No se trataba de artefactos comunes, pero eran tan reales como la televisión o los robots que vemos actualmente cuando nos levantamos por las mañanas. Los antiguos inventaron máquinas de guerra cuya tecnología estaba cientos de años por delante de lo que cabría esperar, instalaron puertas que se abrían solas en las entradas de los Templos, construyeron autómatas con forma humana que se movían en un espectáculo teatral, acompañadas de decorados que cambiaban de sitio en espacios de tiempo totalmente controlados matemáticamente.
LA CIUDAD DE HERÓN
Herón de Alejandría
vivió en ese tiempo, en el llamado período helenístico. Una época en la que la
filosofía, el arte o la ciencia conocieron una asombrosa edad dorada.
Y el corazón de ese
mundo de conocimiento, lo constituyó una enorme ciudad situada en la costa
norte del reino Ptolemaico de Egipto: Alejandría.
Una urbe tan
descomunal, que en unos tiempos tan alejados, llegó a albergar en su interior
hasta un millón de personas.
Pero de todos los
sabios que acudieron allí y que caminaron por las distintas secciones de la
Biblioteca o que debatieron en el Museion, Herón de Alejandría era sin duda,
uno de los más sorprendentes.
No era un filósofo,
sino un inventor. Un hombre que estuvo a punto de provocar una revolución
industrial, hace más de dos mil años.
Lo llamaron Mecanos, el hombre máquina, y era capaz
de crear aparatos que bien podrían asombrar
a cualquier persona de a pie del siglo XXI.
UN GENIO ANTIGUO Y POLIFACÉTICO
Creó máquinas de todo tipo y para todos los gustos. Para el hogar, para los espectáculos (sin olvidar los efectos especiales), para las fiestas, para actividades bélicas...y como no podía ser de otra forma, para los Templos. En una ciudad donde unos cultos competían contra otros de forma constante, los trucos sucios para ganar adeptos — y dinero, claro está— se convirtieron en algo corriente. Para que una religión prosperase, se necesitaba dinero. Y cuanto más éxito cosechaba un culto, más posibilidades tenía de superar a sus oponentes religiosos, ya que estaba en condiciones de adquirir los servicios de un hombre tan valioso como Herón de Alejandría. Los sacerdotes necesitaban milagros y magia para mantener a sus feligreses contentos. Y Herón era un mago a efectos prácticos.
Entre los aparatos
fabricados por este hombre de mente privilegiada, podemos encontrar cosas
realmente curiosas. Un ejemplo son los dispensadores de agua bendita,
antecesores de las máquinas que hoy en día utilizamos para comprar una coca
cola o un café. Los visitantes introducían la moneda a través de una ranura, y
el agua salía a través de un grifo en una cantidad determinada.
Sencillo, pero
efectivo.
También se le atribuye
la creación de la caja de los augurios,
en la que un pájaro de metal respondía a preguntas de sí o no, con sus trinos.
En cuanto a la respuesta que este debía dar, eran los sacerdotes quienes decidían
previamente. Su red de espías era importante, y siempre estaban al día en lo
que a guerras y circunstancias políticas se refiere.
Pero nuestro científico también realizaba otra clase de actividades para ayudar a su patria, que no consistían en engañar a gente de baja extracción social.
Nuestro protagonista
estaba interesado también en las tareas bélicas, vitales para salvar al reino
de la destrucción y la dispersión. Ideó una máquina terrorífica, llamada
catapulta griega, que en realidad es el mortífero precedente de las
ametralladoras modernas. Disparaba varias flechas seguidas, a más distancia que
cualquier arquero. Con ellas arrasaron flotas enteras y mantuvieron a salvo a los
habitantes.
Sin embargo, el invento
que más nos sorprende hoy en día, y que en su momento solo fue exhibido como
una curiosidad o un juguete infantil, fue la primera máquina de vapor. Un
aparato tan adelantado a su tiempo, que los helenísticos ni si quiera sabían
para qué utilizarlo.
Herón de Alejandría era
un genio. Y al parecer, aún tenemos mucho que aprender y un camino muy largo
por delante en lo que respecta a los descubrimientos tecnológicos de la antigüedad.
Nada
está vacío en el universo.
Herón de Alejandría
Las dos entradas que has publicado me han gustado mucho! Sigue así! Es muy interesante! No sé si es cosa mía, pero la foto que has puesto en esta entrada no la veo.Creo que estaría interesante poner alguna imagen más que ilustren el texto.
ResponderEliminarUn saludo
Ya he puesto más imágenes. No sé por qué no se ve...está en formato jpg. Lo revisaré desde el móvil.
ResponderEliminarGracias por leer! bss