Refrán popular
Durante generaciones se
han exaltado las cualidades del amor, como uno de los sentimientos más
profundos y hermosos de la especie humana. El amor de tipo sexual y espiritual
ha motivado grandes hazañas en las gestas, pero también pequeñas historias
cotidianas que hacen más llevadera la existencia de miles de personas.
El intento de resultar
más atractivos al sexo opuesto, al propio, o a ambos, se ha vuelto una
necesidad social que raya la obsesión. En la actualidad contamos con paños de
feromonas (sí, esas moléculas biológicas que permiten la conexión química entre
animales de la misma especie o de especies distintas) los cuales provocan un
resultado notable en la respuesta sexual; algunos afrodisiacos (ahora su venta
está más controlada que en años anteriores) y multitud de complementos y
«trampas» para mejorar el aspecto, entre ellas los realzaculos, las fajas
adelgazantes, sujetadores con relleno, pestañas postizas, lentillas,
maquillaje, tintes de cabello, joyas, colonia, zapatos de tacón etc. En
resumen, una multitud de aditivos que podrían convertir a un orco de Mordor en
una belleza.
Al margen de que la mayor parte de estas tácticas sean utilizadas por mujeres (los hombres suelen tener más interés en mantener su forma física, o simplemente en conseguir una posición económica deseable para potenciales parejas), todo se une para conformar una estrategia con fines muy claros. Obtener la atención y los favores de la persona deseada.
Apartando de esta
entrada temas de los que se podrían llenar libros enteros (sobre el papel del
amor en la cultura social, machismo, feminismo etc.) he decidido centrar mi
atención en unos productos muy famosos que fueron utilizados asiduamente en
otras épocas, con una gigantesca variación de resultados: los filtros de amor.

Con estas «recetas
demoledoras» que bien podrían haber provocado pesadillas al jurado de Master Chef, no es de extrañar que más
de uno acabara criando malvas en algún cementerio poco tiempo después de
tragarse semejante cóctel molotov. Es en estos momentos donde la frase
«llevarse a alguien al huerto» cobra un sentido bastante macabro.
ENVENENAMIENTOS
ENVENENAMIENTOS
Buena parte de los envenenamientos de esta época se produjeron a consecuencia de estos filtros de amor. Y de hecho eran precisamente las mujeres las más duchas en el uso de plantas, razón por la cual los hombres llegaron a temerlas. En la antigua Roma, había un compendio de conocimientos bastante extendidos sobre el uso de hierbas para tratar dolencias habituales y también de tipo ginecológico. En ocasiones, se recurría a los abortivos y al envenenamiento de la prole. Las relaciones familiares a veces eran muy incómodas, y si no que se lo pregunten a los Julio-Claudios (para más información de este asunto, recomiendo encarecidamente la serie de Yo, Claudio).
Sin embargo, y aunque
cueste creerlo, no todos estos productos para potenciar el deseo sexual eran
inservibles.
El Maro o teucrium marum (también conocida como
tomillo de gato) es una de esas plantas que fueron muy utilizadas durante
milenios y que a la sazón, posee un efecto afrodisiaco entre otros muchos.

El hinojo también es
conocido por sus propiedades beneficiosas en lo tocante a la potencia sexual de
ambos amantes. Antiguamente se utilizaba también para condimentar las comidas y
como ventaja, cabe señalar el hecho de que era muy fácil de encontrar y no
existía un peligro elevado en su uso. Similar a este es el perejil, del que se
destacan propiedades similares.
La Yerba Mate (esta no
se comercializó en Europa hasta épocas tardías) debido a su función de aliviar
el estrés, permite el mejor funcionamiento de la secreción de testosterona.
La zarza morisca o Smilax aspera también fue utilizada de
forma habitual con fines ya mencionados.
La menta también posee
algunas propiedades cercanas al terreno afrodisiaco, pero al parecer no son tan
evidentes.
En cuanto a otros
ingredientes curiosos, como los testículos de diversos animales (o incluso de
otros hombres, en cuyo caso mejor no indagar sobre cómo se hicieron con ellos),
su efecto consistía en aumentar la producción de testosterona.
Fernando el Católico
solía comerlos para mejorar la potencia sexual y todo indica que el método
funcionaba bastante bien.

Entre otra serie de pócimas, destacan las utilizadas en los rituales religiosos. Con la finalidad de convencer a los fieles del verdadero poder de las castas sacerdotales, se les administraban narcóticos y bebidas especiales que «los purificaban» antes de entrar a los Templos y poder realizar sus consultas.
EL USO DE DROGAS
De hecho, cualquier
brebaje con efectos psicoactivos era confundido con una pócima mágica. Las
drogas de distintas clases eran muy utilizadas y no había prohibiciones tan
estrictas en cuanto a su uso. Se aplicaban también como ungüentos en las zonas
erógenas o más sensibles del cuerpo (esto se popularizó en torno a los siglos
XV o XVI). No obstante, reconocer las propias plantas es una tarea complicada,
incluso para los más expertos en la materia. No son pocos los casos de
intoxicaciones producidas debido a fallos en la identificación de una planta.
Algunos desencadenaron situaciones incómodas e incluso divertidas, pero otras
veces trajeron consigo la muerte de uno o varios miembros de una familia, y
verdaderos complots en la Corte.
Como caso anecdótico me
gustaría hablar de lo ocurrido en un monasterio, cuando el hombre que se
encargaba de recolectar el perejil confundió la planta con otra más potente, y
la metió en la ensalada, de forma que a la mañana siguiente amanecieron todos
como si estuvieran borrachos, y ni si quiera pudieron levantarse de la cama
para cumplir con las labores pertinentes.

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