Ten
cuidado con tus sueños: son la sirena de las almas. Ella canta. Nos llama. La
seguimos y jamás retornamos.
Gustave Flaubert (1821-1880)
Nuestro conocimiento
del océano es bastante limitado. De
hecho, solo hemos sido capaces de mapear el 5 % del mismo. A esto habría que
sumarle, el escaso tercio de millón de especies marinas de las que hoy por hoy
tenemos constancia. Dicho esto, está claro que aún existen muchos misterios en
las aguas de nuestro planeta.
¿Qué se oculta en las
profundidades? Es obvio que el terreno del que disponemos para la la
especulación es amplio. Y en una sociedad donde tenemos mejores datos sobre la
superficie lunar que sobre el contenido biológico de nuestro propio mar, las
historias sobre criaturas míticas aún ocupan un lugar destacado.
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Pero ¿qué podemos decir
de criaturas más cercanas a los humanos? El exitoso documental de Animal Planet
ofreció una fantástica dramatización sobre el presunto hallazgo de una sirena,
cuyos restos fueron investigados por un grupo de científicos de la NOAA. El
único dato real aportado por dicho documental fue un sonido conocido como
«Bloop» que fue recogido por el SOSUS, sistema de monitoreo creado inicialmente
como un método de vigilancia para detectar submarinos soviéticos. Se cree que
el misterioso sonido pertenece a un animal (debido a su complejidad) pero no se
conoce dicha especie y se han barajado orígenes más ortodoxos.
En cuanto a las
sirenas, los tritones o los hombres-pez, así como las ninfas oceánides, las
nereidas, las náyades o los ondinos y ondinas (más propios de ríos) se pueden
encontrar numerosas historias tanto en la mitología clásica, tratados antiguos y relatos de
testigos en fechas más recientes. Tal y como ocurre con otros híbridos de
humano y animal, a los que se les puede achacar una inteligencia avanzada y
emociones profundas (con evidentes peculiaridades culturales), estos seres se
han convertido en un santo grial dentro de la búsqueda de «primos acuáticos» de
la especie humana.
Desde las sirenas de la
Odisea, que eran más parecidas a mujeres-pájaro que a mujeres-pez, a la sirena
con el busto humano o las hermosas
ninfas, se pueden encontrar infinidad de leyendas y diferencias sustanciales.
El término «Sirena»
procede del griego Σειρήν (se cree que deriva de
la palabra Seira:
cuerda, cadena o lazo) y que desde mi punto de vista, debido
a su relación con Poseidón, también podría estar relacionada con otra variante: Seiw que
significa agitar, sacudir, conmover o hacer temblar). Su nombre hace referencia
directa a su voz, más que a su apariencia. En general la descripción del
aspecto físico de las sirenas es más bien desagradable, igual que el de los
tritones (el espécimen macho de su especie). Lejos de la extendida imagen de
hermosura de estos seres, que es bastante moderna en términos históricos, la
descripción aportada por los manuscritos antiguos y la mayor parte de las
leyendas las presenta como criaturas poco agraciadas. De su voz, no obstante,
se cuentan maravillas.
La
versión más extendida sobre su origen es la siguiente: algunos autores clásicos
refieren que nacieron de la unión de la musa Melpómene y del dios-río Aqueloo.
Su aparición más celebre se recoge en La
Odisea, que unida a otras tradiciones posteriores nos ayuda a reunir un
conjunto de hasta nueve nombres de sirenas, entre ellos Teles, Redne,
Telxíepia, Molpe, Parténope, Leucosia, Ligia, Pisínoe y Aglaope. El nombre más antiguo lo podemos encontrar en
un vaso custodiado por el Museo Británico: Himeropa.
No
obstante, no siempre tuvieron una forma híbrida entre mujer y pájaro. Sobre su
transformación se pueden encontrar referencias en diccionarios de mitología
como el de Pierre Grimal.
Para
aproximarnos al comportamiento y conducta de las sirenas, será necesario hacer
un esfuerzo de imaginación. No se conocía su hábitat exacto; unos cuentan que
vivían en una isla del mediterráneo, en Italia meridional, frente a la isla
vecina de Sorrento. Otros, en cambio, hacen referencia a las islas de Caprea o
a la boca del estrecho de Tesina. En cualquier caso la opinión es unánime en
cuanto a su domino de la música, tan magnífico que eran capaces de atraer con
sus cánticos a los barcos que pasaban por allí y hacerlos encallar para
posteriormente, devorar a los marineros que naufragaban. No obstante, no
actuaban de esta forma por capricho. Si bien existen explicaciones mitológicas
al respecto, sus métodos no distan mucho de los de otras especies, y son
habituales entre la fauna de nuestro planeta. En ese sentido se asemejan a
otros animales que se valen de señuelos para cazar a sus presas. Entre ellos
destacan el pez pescador, la mangosta africana, o las hembras de luciérnaga que
atraen a machos de otras especies para devorarlos. Claro que el animal que más
se sirve de trampas, señuelos, camuflaje y planificación de ataque es, sin
lugar a dudas el ser humano, y excluirnos de esta lista resultaría un poco
hipócrita. Por lo que esta costumbre de las sirenas no debería ser considerada
como algo sorprendente, sino más bien como una estrategia adaptativa de lo más
corriente. Por no mencionar que su actitud también está asociada a la
protección del territorio y a la competencia por los bancos de pesca (los
barcos podían ser interpretados como una amenaza desde múltiples perspectivas).
Aun
así se observan diferencias de comportamiento entre las sirenas de unas
regiones y otras del globo, lo que además podría traducirse en una diferencia
no solo evolutiva, sino probablemente cultural. En este punto, ya no hablamos
tanto de sirenas como de tritónidas. Criaturas que se representan con el busto
de mujer y la parte inferior de pez. Los autores modernos las describieron de
esta forma, y también fueron asiduamente retratadas en imágenes, de manera que
esta apariencia desplazó a la tradición griega y se erigió como la visión
popular más dominante.
Dicho esto, ahora pasaré a resumir y comentar algunas de las leyendas más famosas, las cuáles oscilan entre simples cuentos o fábulas y hechos históricos protagonizados por personajes de la talla de Cristóbal Colón.
Las
leyendas desde el medievo, son constantes, en Irlanda las llamaban masgugue y se las describía como hembras
de cabello escaso, manos anchas, brazos cortos y pechos voluminosos, que
atrapaban peces con las manos y se los comían crudos. Otros nombres son mermaid (típico de Inglaterra) y merminnes (Países Bajos). En el
Cantábrico, se las conocía como Sirenucas.
En la
Odisea se recoge la siguiente advertencia de Circe:

Otra
leyenda bastante famosa de centroeuropa es la de la Sirena de Tunê (que aparece
en el libro 77 leyendas de Praga). En ella se cuenta que antes de la fundación
de la Ciudad Nueva, en la calle V Túnich y otra cercana, se formaban embalses.
Y en uno de ellos, vivía una sirena que cantaba todas las noches de forma
melancólica. Un joven se enamoró perdidamente de ella, y para romper la
maldición que la había transformado, le pidió ayuda a su madre. Si ella
aceptaba a la joven como nuera, ella recuperaría su forma humana. Como podréis
imaginar, esto no ocurrió, y la sirena regresó al embalse. Su enamorado,
desesperado, acabó suicidándose.
Miércoles,
9 de enero de 1493: «El día pasado,
cuando el Almirante iba al río del Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron
bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna
manera tenían forma de hombre en la cara. Dijo también que otras veces vido
algunas en Guinea, en la costa de Manegueta». (Durand 1983: 27)
Se
piensa que en realidad lo que vio fueron manatíes, típicos en las regiones
mencionadas y animal desconocido para muchos navegantes. Esto, añadido a la
probada costumbre de contar faroles por parte del Almirante, parece apuntar a
un intento de atraer aún más atención sobre su viaje, de manera similar a lo
que hizo Marco Polo con sus famosos unicornios (no en vano a este último lo
llamaron «señor Millón», debido a su costumbre de exagerarlo todo).
Otros
avistamientos (y por increíble que parezca, capturas) tuvieron lugar a partir
del siglo XIII. Se produjeron al norte de Rusia, en Terranova, en Borneo,
Holanda (donde la presunta sirena convivió hasta diecisiete años con los
locales y aprendió algunas costumbres humanas) y en 1969, en los textos de Jean
Merrien habla del abuso por parte de los marineros del barco a una sirena
(primero se divirtieron lanzándole naranjas para atraerla, aunque ella no se
dejó atrapar) cuando uno de ellos se tiró al agua, al capitán le pareció que ya
se habían divertido bastante y disparó a la sirena en la cara.

Las
leyendas cántabras no son menos interesantes (tenía que hablar de la tierruca,
como no podía ser de otra forma). La historia de la sirenuca de Castro y la del
hombre-pez de Liérganes, son bastante similares. La sirenuca era una joven que
se pasaba el día marisqueando. Solía cantar al compás de las olas, con la
consiguiente preocupación de su madre, que en un determinado momento, cansada
de que aquello ocurriera a diario, dijo: ¡Así permita el Dios del Cielo que te
vuelvas pez!
Entonces
a la joven le creció una larga cola de pescado, de forma que no le quedó otra
que quedarse en el mar. Desde ese momento, en los días de niebla canta para
avisar a los marineros que se están acercando demasiado a las rocas y así
evitar su muerte.
En
cuanto al hombre-pez, se le pueden dar nombre y apellidos. Francisco de la Vega
Casar, un joven carpintero del siglo XVII que un día, desapareció arrastrado por
la corriente. No fue hasta cinco años después, que en las costas de Cádiz (la
otra punta de España) unos pescadores afirmaron haber visto un ser acuático con
forma humana. Lograron atraparlo y constataron que efectivamente, era un hombre
con escamas y rasgos de pez. La única palabra que dijo fue: Liérganes. Un
miembro de la inquisición, Domingo de la Cantolla, también era de allí por lo
que confirmó que ese lugar existía. El sacerdote Juan Rosendo acompañó a Francisco
hasta el lugar y éste caminó hasta la casa de su madre. Se quedó allí un
tiempo, pero la apatía lo consumía día tras día. Iba desnudo y no mostraba
interés por nada. Incluso dejó de comer. Así pasaron nueve años hasta que el
hombre-pez regresó a su verdadero hogar: el mar.
Nadie
supo nada más de él.
Para
finalizar, me gustaría comentar un pequeño apunte sobre la diferencia de
comportamiento de las sirenas de Cantabria con las demás leyendas. Otra leyenda
popular afirma que los pescadores a veces se acercaban a zonas donde un grupo
de sirenas cantaban para atraer a los machos. Divertidos por aquella escena,
los marineros a veces les silbaban. Ellas, creyendo que se estaban burlando de
su canto, daban vueltas en torno a las barcas para desestabilizarlas, aunque
sin intención de dañar a sus ocupantes.
Estos
datos resultan interesantes, ya que por primera vez se habla de que estas
criaturas no cantan para cazar humanos, sino solo para atraer a los tritones y
que, si no se sienten amenazadas, no tienen motivos para atacar a los humanos.
Quizás
en el norte se sintieran más cómodas o los pescadores fueran más tolerantes con
ellas. En cuanto a otras regiones, no se puede decir lo mismo.
Y por
el bien de estas criaturas, será mejor que sigan poblando nuestras leyendas, y
no la lista de animales en peligro de extinción o el interior del acuario de un
museo marítimo.
Este tema sí que me apasiona. Adoro todo lo relacionado con sirenas, había leído algunas leyendas de las que has puesto, pero no todas. Una entrada súper interesante!!
ResponderEliminarY no te haces una idea de lo que me costó recopilar toda la información. Casi todos los libros interesantes están descatalogados.
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