La magia es un puente que te permite ir del mundo visible hacia el invisible.
Y aprender las lecciones de ambos mundos.
Paulo Cohelo
La imaginación del ser humano no conoce límites. Desde que los
primeros hombres empezaron a hacerse preguntas sobre el origen del mundo, o el
porqué de ciertos acontecimientos naturales, comenzaron a perfilarse en el
imaginario popular ciertas ideas que, motivadas por sucesos reales,
desembocaron en explicaciones del todo surrealistas o incluso, milagrosas. La
metamorfosis de ciertos insectos y animales debió motivar en cierta medida la
idea de la transfiguración mágica. La metamorfosis es la mutación de una cosa
en otra. Los prehistóricos ya se habían percatado de que una larva o un gusano,
cuando alcanzaba la fuerza y el tamaño adecuados, formaba un capullo y después
sufría un cambio de forma, pasando a convertirse en una bonita mariposa., por
ejemplo.
Aunque esta habilidad no solo la comparten cucarachas, libélulas,
abejas, hormigas ect. Sino que también afectaba a animales más grandes, como
los anfibios. El ejemplo más claro es el de las ranas. ¿Quién no se lo pasaba
en grande en el colegio cuando veía la transformación gradual de los
renacuajos?
Esta habilidad, al igual que la de los camaleones para camuflarse en su entorno, o la regeneración de miembros perdidos de otras criaturas, debía resultar impresionante o inquietante para los hombres primitivos, que de seguro empezarían a preguntarse si eso podía suceder también en otros ámbitos, a otros seres, o incluso a cosas inanimadas. Así se crearon las primeras leyendas e historias sobre dioses capaces de cambiar de forma o de aspecto para escapar de ciertas situaciones, o divinidades furiosas que castigaban mediante la transfiguración indeseada a aquellos que los ofendían, de ninfas que se transformaban en árboles o en rocas, de poderosos hechiceros u objetos mágicos capaces de retorcer la esencia de personas y cosas, y convertirlas en algo completamente distinto.
Esta habilidad, al igual que la de los camaleones para camuflarse en su entorno, o la regeneración de miembros perdidos de otras criaturas, debía resultar impresionante o inquietante para los hombres primitivos, que de seguro empezarían a preguntarse si eso podía suceder también en otros ámbitos, a otros seres, o incluso a cosas inanimadas. Así se crearon las primeras leyendas e historias sobre dioses capaces de cambiar de forma o de aspecto para escapar de ciertas situaciones, o divinidades furiosas que castigaban mediante la transfiguración indeseada a aquellos que los ofendían, de ninfas que se transformaban en árboles o en rocas, de poderosos hechiceros u objetos mágicos capaces de retorcer la esencia de personas y cosas, y convertirlas en algo completamente distinto.

La ciencia dejó de trabajar al servicio de la magia, y en el siglo XXI, es la magia o las ideas que esta imprimió en la mente humana, las que trabajan por el progreso de la ciencia.
Pero comencemos por el principio. ¿Qué historias marcaron de forma
más clara la concepción de la transfiguración a lo largo del tiempo?
Los dioses, transformistas por
excelencia.
Los dioses, sobre todo aquellos que se sitúan a la cabeza de los distintos panteones, poseen unas condiciones físicas excepcionales que les permiten adquirir otras formas, normalmente con fines concretos (ya sean políticos, sexuales, ejecutar venganzas o para burlar la vigilancia de sus congéneres por motivos de diversa índole, así como para inmortalizar a aquellos que se habían ganado su respeto).
No obstante, los dioses transformistas abundan en todas las mitologías. No se trata de un comportamiento original, y casi siempre está relacionado con ciertas virtudes filosóficas poco conocidas.

Las divinidades del África negra son más bien personificaciones de
los elementos naturales. El sol, la luna, los ríos o los animales constituían
la base de sus creencias. La frontera entre dios-brujo-héroe era muy difusa. La
presencia de la magia y el culto a las almas de los fallecidos estaba muy presente
también, sobre todo en la religión de los hotentotes, en la que destacaba una
figura llamada Heitsi-Eibib, una especie de héroe brujo capaz de adoptar
cualquier forma o aspecto.
Entre los inuit, también abundan historias de seres legendarios que
se transformaron en humanos y animales, y en general, en los cuentos amerindios
tienen una visión del mundo similar a la del África negra, con divinidades
naturales, aunque en estos casos la unión del hombre con la naturaleza es aún
más estrecha, casi de hermandad. Precisamente debido a esta relación tan
especial, pasar de humano a animal o viceversa, era algo que sucedía muy a
menudo en las narraciones, puesto que para ellos no existía una verdadera
diferenciación. Y como dato curioso, en sus historias no era necesario ser un
dios o un mago para lograr la transformación, bastaba con desearlo.

Y para acabar con el apartado de los dioses transformistas, hablaré
de Zeus, el líder del panteón griego que para escapar a la vigilancia de su
esposa y concluir con éxito sus affaires extramatrimoniales, recurrió a la
transformación en más de una ocasión. Ya fuera bajo la apariencia de un toro,
como en el rapto de Europa, como una lluvia dorada fertilizante (con Dánae), o
haciéndose pasar por el marido de Alcmena. No había fémina que pudiera escapar
de él si este se proponía convertirla en su amante, y al mismo tiempo, tampoco
había muchas que pudieran evitar la ira de Hera, que lejos de recaer sobre su
inmortal esposo, siempre afectaba a las víctimas de sus pasiones.
A veces era
el propio Zeus quien transformaba a otros seres para agradecerles ciertos
servicios, o para protegerlos. Aunque esta habilidad era compartida por casi
todos los dioses y diosas con cierta relevancia. Hera o Atenea también eran
transformistas y solían castigar a los mortales que las desafiaban o las
ofendían de alguna forma, como les sucedió a Aracne, la hábil pero presumida
hilandera, a la sacerdotisa Medusa (más conocida como la Gorgona) o la reina
Lamia, a quien Zeus salvó de transformarse totalmente en una serpiente
manteniendo el aspecto humano de su parte superior. En resumen, Zeus recurrió a
la metamorfosis en infinidad de ocasiones. Esta habilidad era algo necesario
también, puesto que la apariencia real de este dios era tan brillante como el
sol y habría cegado o abrasado a cualquiera que lo hubiera contemplado
directamente (algo que ocurrió en una ocasión cuando cedió al capricho de una
de sus amantes).
En el terreno dedicado a la demonología se dice que la
transformación es algo propio de cualquier daimon, (palabra griega que se utilizaba
para referirse a los dioses, y que los cristianos tradujeron como «demonio») enlace pues
en realidad no poseen un cuerpo físico y por lo tanto solo adquieren una
apariencia humana cuando es estrictamente necesario o la persona que lo ha
invocado se lo pide.
Magos, brujas y hechiceros
transformistas
La mayoría de los magos antiguos presumían de ser hijos de algún
dios, de modo que, en sentido estricto, si entráramos en discusiones biológicas,
más que magos podrían ser considerados semidioses. Estos primeros magos eran
bastante brutos y se pasaban el concepto de la hospitalitas por el arco del
triunfo. No importaba quién se hubiera sentado a su mesa o compartido su
comida. Eso no garantizaba su seguridad. Salvo casos excepcionales, no solían
mostrarse demasiado entusiasmados cuando recibían visitas. Bajo una fachada de
decencia inmaculada, casi siempre escondían intenciones deshonestas. Por lo
general, eran más partidarios de disparar y después preguntar. Aunque, también
es cierto que si un grupo de hombres armados irrumpiera en nuestro jardín sin
previo aviso, posiblemente tampoco nos sentiríamos muy cómodos.
Quizás la primera hechicera que nos viene a la mente al pensar en
transformaciones sea Circe. Con su varita podía convertir en cerdos, lobos o
leones a los marineros que se adentraban en sus dominios. Podría decirse que
esta mujer era la «Serena Williams» de su época en lo que se refiere a la
metamorfosis. Por no mencionar su longevidad antinatural, que solo podía ser
consecuencia de su ascendencia divina.

Los hermanos Grimm, Andersen o Hoffman incluyeron a los transformistas
en sus cuentos. La mayoría de las veces los presentaban de forma negativa, aunque
existen excepciones y en algunas de sus historias aparecen jóvenes que son
transformados no como castigo, sino con la finalidad de ayudarles a escapar de
algún peligro mayor (como en Los tres pelos de oro del Diablo, donde el
protagonista es metamorfoseado en hormiga por el ama de llaves para que el
Diablo no lo encuentre). Sin embargo, a nadie le resultan desconocidos los
relatos adaptados por Disney.

Y por último el Dr. Facilier, en Tiana
y el sapo, que con ayuda de sus amigos del más allá, convirtió en sapo al príncipe
Naveene (a este le iban los clásicos).
Fuera del universo Disney tenemos a los famosos Animorphs saga
juvenil de K. A. Applegate, en la que un grupo de adolescentes tienen la
habilidad de mutar en distintos animales, a veces de forma permanente, para
luchar contra unos parásitos alienígenas que infestan cuerpos humanos. Y cómo
no, en Harry Potter la asignatura de Transformaciones forma parte del temario
escolar y es de capital importancia para acceder a distintos puestos del mundo
mágico.
Criaturas
y monstruos transformistas
Los
Aswang

El kelpie (enlace)
El vampiro (enlace)
Según la ideología popular podía
transformarse en murciélago.
Los licántropos (enlace)
Aunque involuntariamente, sufrían
una metamorfosis muy dolorosa y adoptaban la forma de un lobo de gran tamaño.
Los Selkies y las sirenas (enlace)

De las sirenas se cuentan relatos
similares, y también se decía que si un humano las besaba, su cola de pez
desaparecería y se transformaría en un par de piernas. Para recuperar su forma
original, solo debían entrar en contacto con agua salada.
Los Nixies
También llamados nikies o nikker.
Versiones diferentes de estas criaturas se pueden encontrar en Centroeuropa o los
Países Bajos. Pueden transformarse en animales, aunque por lo general prefieren
el aspecto humano. Sin embargo, nunca logran ocultar del todo sus rasgos
animales y es fácil advertir que no son lo que aparentan. Tienen un talento
especial para la música y viven en las ciénagas y los ríos. De naturaleza
voluble, algunos son benévolos y otros malignos, y tienen costumbres
alimenticias similares a los kelpies. Intentan atraer a los incautos con sus
cánticos o sus melodías (por lo visto saben fabricar instrumentos) para después
ahogarlos y devorarlos. Los machos, llamados Nix, cantan muy bien y a veces
gustan de exhibir sus habilidades en público. Al igual que ocurre con otros
demonios/seres feéricos, hay formas de controlarlos o incluso, matarlos. El
hierro frío daña o inmoviliza a estos seres, y si los fuerzas a confesar su
verdadero nombre, y este es pronunciado en voz alta, pueden morir al instante.
Ninfas
Hadas o espíritus de la naturaleza,
se cuenta que estas deidades eran hijas de Júpiter, y aunque no poseían unos
poderes tan elevados como los de otros dioses, también se les atribuían
habilidades especiales y la gente les dedicaba ofrendas. Se pueden clasificar
en tres grupos diferenciados: ninfas del campo y los bosques, ninfas de las
montañas y las grutas y ninfas de las aguas. Dentro de cada una de estas
clasificaciones se pueden catalogar todas las variantes de hadas. Desde
oceánides a hamadríades, a ondinas y oréades, e híbridos entre unas clases y
otras.
Y solo hablamos de las de tipo greco-romano, ya que existen infinidad de
estos seres en otras culturas, la mayoría, debido a su relación con el mundo
natural, son más antiguas incluso que los dioses que pueblan los distintos
panteones. Pueden mantener relaciones con humanos, pues son mujeres jóvenes y
bellas (aunque, como siempre, las relaciones se tornan complicadas y hasta
funestas), pues poseen un carácter muy inestable y caprichoso. Son cambiantes,
como los elementos a los que representan. Pueden vivir miles de años, y son
capaces de transformarse en fuentes, árboles, ríos y hasta corrientes de aire. Según
Paracelso «las ninfas se nos presentan de manera maravillosa, pero no nosotros
a ellas…su mundo no está preparado para que les fuese posible llevarnos a él,
pues el hombre no es sutil en su cuerpo» en resumidas cuentas, ellas pueden
adaptarse a nuestro entorno, pero los humanos no pueden adaptarse al suyo por
su naturaleza corpórea.

Kumiho
Es un demonio coreano de tipo
necrófago. Se alimenta de corazones de cadáveres y carne muerta. Es capaz de
hacerse pasar por humano, aunque como algunas criaturas anteriores mantiene
rasgos animales, al igual que el Kitsune. Se alimentan de la energía vital de
las personas, como íncubos y súcubos, pero puede llegar a convertirse en un
verdadero humano si permanece un siglo sin causar daños. Este ser parece estar
relacionado con el Ghoul árabe, pero se deja ver con más facilidad. Para
expulsarlo es necesario recurrir a un exorcismo.

Está claro que la obsesión por las
transformaciones seguirá persiguiendo a la humanidad durante las próximas
décadas. Y ¿quién sabe? Quizá la ingeniería genética solvente de una vez por
todas la necesidad de convertirnos en algo diferente. Aunque diferente no tenga
por qué significar…mejor.
Holaa, muchas gracias por la entrada, la verdad que los cambia forma en cualquier modalidad me llaman mucho la atención, no sé qué tiene, espero leer más sobre sirenas y selkies porque son de los que me faltan novelas ja, ja, ya iré viendo si hay de los demás :D Como me gusta la mitología, pues suele ir de la mano, de todas formas me conozco a casi todos los magos de disney ja :P
ResponderEliminar¡Beesos! :3
¡Hola, Yomi! Pues no sé si has oído hablar de La visita del Selkie (de Libertad Delgado). Supongo que sí, porque pulula mucho por tuiter y no hay demasiados libros sobre selkies. Yo lo leí y me lo pasé pipa. Si tienes mono de Selkies, vas a quedarte bien a gusto xd Si encuentro más libros juveniles sobre sirenas que puedan estar bien, te aviso. ¡Un abrazo!
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