Siguiendo con la entrada de gigantes, hoy os hablaré un
poco de los gigantes en otros lugares del mundo, y de las pruebas de su
existencia. O de las presuntas pruebas, para ser más exactos.
GIGANTES
EN IRLANDA
En
Irlanda los gigantes eran especiales. En contraposición a la imagen más común
de los gigantes, allí ni si quiera tenían brazos, y en lugar de una cabeza
humana, estaban provistos de una enorme cabeza de cabra. Su nombre era Femoré,
y descendían de un divinidad denominada Domnú. Después de una sangrienta lucha
contra los De Danann, sufrieron un destino similar a los Nefilim de la Biblia,
y finalmente fueron exterminados.
GIGANTES
DE LA INDIA
En la
mitología primitiva de la India no existía una clara distinción entre hadas,
demonios, duendes, dioses y gigantes. Con el paso del tiempo y los diferentes
cambios religiosos, se fueron estableciendo divisiones y terminologías
separadas para estos seres, y los gigantes pasaron a ostentar una identidad
propia, aunque más relacionada con los dioses y con los demonios que con otros
seres feéricos. Por lo tanto, se puede hablar de los Asuras como gigantes,
dioses o demonios. Pero lo que resulta aún más interesante de estos mitos, es
su paralelismo con algunas leyendas nórdicas, cristianas y griegas. Agarraos
que vienen curvas.
En las
leyendas hindúes, se cuenta que el dios Indra utilizó su «piedra de rayo»
contra Kesin, el rey de los asuras, y evitó en numerosas ocasiones el impacto
de las acumulaciones de roca que el demonio le lanzaba para aplastarlo. El dios
Thor (de las leyendas teutónicas y nórdicas) utilizó su martillo —Mjolnir— para
destruir a Hrungner, que le había lanzado una masa de piedra, con el mismo fin.
Por
increíble que pueda parecer, los paralelismos continúan. Los dioses hindúes
también encerraron a los gigantes/demonios/asuras en Patala (como hicieron los
olímpicos con los titanes). Patala es una especie de purgatorio o inframundo,
donde sufren terribles tormentos (sí, también hay fuego, como en el infierno
cristiano). Y es el lugar donde estos seres esperan la batalla final, como en
el Ragnarok o el Juicio Final.
También
tienen mucha presencia los Nagas, una especie de demonios con forma humana
hasta la cintura y cola de serpiente. Estas mismas criaturas también aparecen
representadas como gigantes primigenios (tal y como he mencionado
anteriormente). Y en otras épocas se los veneró como a semidioses. Según
algunas de estas historias, vivían en un territorio propio, eran gobernados por
un rey, y las hembras de la especie o naginis (llamadas lamias entre los
griegos) podían mantener relaciones con hombres mortales. Había humanos con los
que estas criaturas mantenían muy buenas relaciones y a veces intercambiaban
con ellos un néctar especial que les otorgaba una gran fuerza.
GIGANTES
AMERINDIOS
En el
continente americano predominan en concreto los mitos iroqueses, los mexicanos,
los norteamericanos y también algunas leyendas de la Patagonia.
Así han
llegado a nosotros historias como la de los Ga Ho, gigantes y dioses de los
vientos de los iroqueses (en esta tribu solían considerar a los gigantes
también grandes magos, y sucede algo similar a lo ya mencionado en la India).
En
México, se habla de los Uemas, presuntos antecesores de los otomíes. Diestros
en ciencias y artes, estos gigantes les proporcionaron conocimientos a otras
tribus, sobre todo en materias relacionadas con la artesanía y la construcción.
Estos seres, en apariencia fuertes, tenían una debilidad: el sol. Si
permanecían mucho tiempo bajo la luz solar, su piel se endurecía y si caían,
sus cuerpos se rompían en pedazos. Sus restos tenían poderes curativos. Después
del gran diluvio, los uemas se extinguieron. (Es clara la relación con los
mitos de la Atlántida y con el diluvio universal de la Biblia).
De la
Patagonia tenemos un testimonio muy interesante, más que por su contenido, por
su autor: Fernando de Magallanes, que, a diferencia de Cristóbal Colón, no
tenía fama de
bromista y farolero. En el libro «Viaje alrededor del mundo» escrito por
Antonio Pigaffeta, se cuenta que la tripulación avistó a un hombre de estatura
«gigantesca», que bailaba y se echaba arena por encima de la cabeza en una
playa. Enviaron a un marinero a tierra que imitó sus movimientos, y el gigante
decidió ir con él. Cuando vio al comandante y a sus acompañantes, los tomó por
dioses y señaló al cielo repetidas veces. La descripción aportada dice lo
siguiente de este curioso individuo: «Este hombre era tan alto que con la
cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho
y teñido de rojo […] Sus cabellos eran escasos y parecían blanqueados con algún
polvo.»
LOS GIGANTES COMO SERES FEÉRICOS
Existen también una serie de gigantes que
podrían encuadrarse en subtipos. Destacan principalmente aquellos que forman
parte de la mitología local de distintas regiones. Un claro ejemplo es el del
folclore cántabro, que habla del Ojáncano, y de la temible hembra de su
especie, la Ojáncana. Son parecidos a los ogros, y están más relacionados con
el mundo natural, las hadas y en general, se los considera más bien como seres
feéricos.
Los ojáncanos son la personificación del mal.
Brutales y fieros, viven en los parajes más inaccesibles de la Montaña. Se
alimentan de carne humana y son causantes de todos los destrozos imaginables,
desde árboles arrancados, desvío de ríos, secuestros de niños o pastores (sus
presas favoritas), y robo de ganado.
Guarda ciertas similitudes con los cíclopes
debido a su aspecto. Tienen un solo ojo en la frente, son enormes, están
cubiertos de pelo rojizo y presentan también polidactilia, además de dos
hileras de dientes que les permiten engullir a sus víctimas con comodidad. Su
único punto débil es un pelo blanco en la barbilla. Si alguien consigue
arrancarle dicho pelo, el ojáncano muere en el acto.
La ojáncana es, si cabe, aún más peligrosa y
bestial. Amamanta a sus hijos/gusanos con la sangre de bebés humanos. Es
lampiña y tiene los atributos físicos desarrollados en exceso, siguiendo la
línea de las creencias antiguas. Rivaliza en crueldad con las lamias y otras
criaturas femeninas demoniacas.
LAS ¿PRUEBAS ARQUEOLÓGICAS? DE LA EXISTENCIA
DE GIGANTES
Existe un lugar en el la cantidad de pruebas
(documentales, arqueológicas y de los lugareños) es poco menos que inquietante:
Cerdeña. Aunque existen testimonios antiguos sobre la existencia de gigantes en
distintos lugares del mundo, casi todos de época megalítica, es en Cerdeña
donde nadie parece ponerse de acuerdo sobre el tema. Por un lado, varios
testigos dicen que algunos parientes suyos no solo habían desenterrado
numerosos huesos humanos de tamaño descomunal (individuos de más de dos metros
y medio), sino que después de enviarlos a universidades locales y dejar el tema
en manos de arqueólogos y científicos, solo habían recibido un silencio
abrumador como respuesta, o afirmaciones cuanto menos sospechosas sobre la
pérdida de dichos restos. Los locales insisten en que hace años, las
autoridades que eran alertadas de tales descubrimientos, llegaban, recogían
todo con el mayor secretismo posible y hacían desaparecer toda evidencia, para
frustración general. En algunos casos, hasta amenazaron a distintos
agricultores para que no le contaran nada a investigadores extranjeros, aunque
muchos guardaron algunos de esos restos porque no se fiaban.
En cuanto a otros países se dice que, por lo
menos en seis estados de Norteamérica, se han hallado, presuntamente, cadáveres
de individuos que superaban los 2,70 metros de altura. En concreto, fue en el estado
de Nevada, en la cueva de Lovelock, en el año 1924, que se encontraron estos
misteriosos cuerpos. De esa región, existía ya un mito local muy antiguo que
afirmaba que los nativos Paiute lucharon contra gigantes caníbales de pelo rojo
y 12 pies de altura, llamados Si-Te-Cah, miles de años antes de la
llegada de los colonos. Y esto, en teoría, es corroborado por textos mayas,
hincas y aztecas.
Muchos autores pseudocientíficos afirman
haber estudiado tumbas de gigantes (de mujeres y hombres), e insisten en que
los académicos siguen ignorando y ocultando las pruebas de forma deliberada. En
sus investigaciones dicen haber encontrado cráneos de personas de más de tres
metros de altura, que tenían a veces cuernos, a veces dos filas de dientes y
tanto seis dedos en las manos, como en los pies (tal y como dicen las
escrituras). En otras ocasiones, esta información procede de recortes de
periódico antiguos, y afirman que estos descubrimientos se sucedieron durante
años en distintos lugares del mundo. No obstante, todos ellos se apoyan casi de
forma exclusiva en relatos mitológicos, que como ya he mencionado, son muy
numerosos, pero carecen de la estabilidad que aportarían pruebas físicas.
Mi pregunta es ¿Tiene sentido el ocultamiento
de pruebas?
Un hallazgo de estas características pondría en entredicho las
teorías predominantes sobre la evolución del hombre en la Tierra, y esto
supondría una amenaza para los defensores del modelo tradicional. Además,
incluir estos nuevos especímenes en la lista de homínidos, obligaría a
reformular buena parte de la historia de la humanidad y a tomar como verídicas
muchas afirmaciones que se consideraban parte de la mitología.
El trabajo que
conllevaría algo así es de tal magnitud que, puedo afirmar sin miedo equivocarme
que no se hará ningún cambio a menos que se cuente con cientos de evidencias
como estas. Un descubrimiento de esta clase, además, también pondría en
entredicho la reputación de toda la comunidad de historiadores, arqueólogos,
biólogos e investigadores relacionados, y en las circunstancias actuales, con
el peso que está ganando la pseudociencia en los medios de comunicación y en el
imaginario colectivo, podría derrumbar los pilares mismos sobre los que se
asientan estas ciencias, que en buena parte dependen de la notoriedad,
fiabilidad y lógica aplastante de sus planteamientos.
De momento, estas pruebas están lejos de ser
concluyentes y nadie está dispuesto a «ponerle el cascabel al gato». Para que
esto cambiase, un arqueólogo de fama reconocida tendría que encontrar una tumba
en perfectas condiciones, en la que hubiera más de un cadáver (de un hombre y
una mujer de más de 2,70 m), y a ser posible, que dichos restos estuvieran
perfectamente conservados. Preferiblemente, dichos cadáveres tendrían que venir
acompañados de un ajuar también de un tamaño superior a la media y muestras
claras de que dichos individuos pertenecían a una civilización avanzada, o como
mínimo, a una cultura que encaje con la información aportada por los documentos
escritos. Y aunque se consiguiera encontrar todo esto, todavía podrían
considerarlo un hecho aislado o un montaje. De manera que la existencia de
gigantes seguirá siendo un tema difícil, escabroso, y con muy pocas
probabilidades de éxito.
Holaa, qué interesante entrada, de veras que estas teorías conspirativas de esconder cosas me parecen geniales ja, ja, o sea, no tanto que los científicos guarden cosas porque va en contra de toda la ciencia, pero uff, que sí sí, o si no, pues es mega interesante, y me intriga lo que México tiene sobre gigantes :D
ResponderEliminar¡Beesos! :3
Hola!! Pues sí, la verdad es que hasta yo estoy un poco mosca con el asunto. No esperaba encontrar tanta cosa. Intento no caer en el lado de la conspiración, porque hay mucha información falsa, pero me niego a creer que todo sea mentira. Nadie tiene tanto tiempo libre. Como el tema del manuscrito Voynich. Decian que igual era todo inventado, y a mí me parece que nadie invertiría tantas horas en algo tan elaboeado solo para gastar una broma. Es muy retorcido. Gracias por leer! Un besote!
Eliminar