¿Adónde vamos cuándo morimos? ¿Existe el alma? ¿Hay «otro mundo»? ¿Una vida después de la muerte? ¿Es posible la reencarnación? ¿Nos quedamos en la Tierra? ¿Desaparecemos? ¿Accedemos a otro plano de conciencia? ¿Nos fundimos con la energía del Universo?
La
respuesta a estas preguntas sigue siendo un misterio y es más una cuestión de
creencias. Las religiones, los testimonios de gente que afirma haber regresado
de una muerte clínica y las experiencias paranormales de ciertas personas,
además de estudios científicos, han intentado dar una explicación a estos
grandes interrogantes, pero, por desgracia, aún estamos lejos de llegar a una
conclusión definitiva.
Las
distintas mitologías nos presentan sus lugares de descanso eterno, ya sea el
Valhalla, el Inframundo de los griegos, el Más Allá, el Paraíso, el Cielo, el
Otro Mundo… lugares que están divididos por secciones, y que, como los hoteles,
pueden considerarse alojamientos de superlujo, o moteles cochambrosos. Y cada
una de estas religiones establece cuáles son las acciones que nos llevarían a
ocupar un lugar u otro.
Al
principio esta división entre buenos y malos no existía. Todo el mundo; buenos,
malos, ricos, pobres, mediocres y sobresalientes, iban a parar al mismo lugar.
Las consideraciones morales llegaron más tarde, ya que son exclusivas de la raza
humana.
Pero
hay una criatura de ultratumba que existe desde hace milenios y que, más o
menos, goza de gran aceptación en todas las culturas, hasta el punto de que se
ha convertido en un tema tan popular como las momias, los zombis, y los vampiros:
los fantasmas. Espíritus de seres
humanos o incluso, animales, que por alguna razón, no saben, no pueden o no
desean ir a esos lugares tan bien presentados que he mencionado anteriormente.
Pero ¿qué es un fantasma? ¿Qué los retiene en nuestro mundo? ¿De qué están hechos?
¿Se los puede detectar? ¿Qué tipos hay? ¿Son buenos o malos? ¿Peligrosos o
inofensivos?
Pues,
como con todo lo anterior, depende de a quién le preguntes. Pero en general se
aceptan los siguientes puntos:
¿Qué
son? Un poco de filosofía…
La palabra «fantasma» significa «aparición». El
espíritu es la parte inmaterial del ser humano: el alma. En la antigüedad
afirmaban que el ser humano era «psicosomático» porque estaba compuesto de alma
y cuerpo (pisque y soma). Si bien algunos creían que el cuerpo era la cárcel
del alma, otros pensaban que ambos formaban parte de la misma cosa, y eran
indisolubles, de ahí que la importancia de un enterramiento correcto tuviera efecto
en el estado del alma. En épocas posteriores, esta división se hizo cada vez
más fuerte, y se entendía que un alma podía separarse del cuerpo (momento en el
que dejaba de ser una persona y se convertía en otra cosa). En el caso de los
animales, en algunas religiones se asumía que no tenían alma, mientras que, en
otras, como en el caso de los budistas, el cuerpo no se podía elegir, y por
ello, el alma era igual de valiosa en todas las criaturas vivientes.
Por lo tanto, se entiende que un fantasma o un espíritu, es un alma que, debido a una muerte violenta, al temor a avanzar hacia un lugar desconocido, o a una cuestión pendiente, se ha quedado atrapada en el mundo de los vivos. Hay quien piensa que también se la puede obligar a permanecer aquí (ya sea mediante el uso de ciertos rituales, o por simple cariño y dificultad para pasar página).
Los antiguos griegos, por ejemplo, creían que las
almas que se quedaban al otro lado de la laguna Estigia, regresaban para
atormentar a los vivos. Eran aquellos que no habían recibido un enterramiento
correcto y no habían podido pagar al barquero para que los llevara al Inframundo.
Pero
las creencias en fantasmas se remontan a época prehistórica. De ahí que mucha
gente adorara a sus antepasados, o realizara fiestas en su honor, como si aún
estuvieran presentes. Algunas de estas prácticas aún se llevan a cabo en muchos
países asiáticos, donde la tradición y la modernidad coexisten en extraña
armonía.
Existen
textos que hablan de fantasmas en todas las civilizaciones, lugares, culturas y
épocas, y su presencia en el imaginario popular ha sido persistente. Tanto, que
aún en la actualidad, los avistamientos se consideran algo frecuente. Y si bien
mucha gente no cree en ellos, pocas personas pueden alardear de no haber
sufrido algún episodio paranormal relacionado con alguna mascota o pariente
fallecido.
Tipos,
clases y naturalezas. El bueno, el feo, el malo y el inofensivo.
Pues, al parecer, hay de todo en la viña del Señor. Y no solo depende de quiénes fueron en vida, sino de otros factores, como del tiempo que permanecen atrapados en esa tierra de nadie que algunos llaman «limbo» y que está entre nuestro mundo y el otro y que puede conducirlos a un estado de «locura espiritual». Pero se acepta que, en general, la mayoría carecen de poder para interferir en el mundo de los vivos. Son más bien los vivos lo que, debido a enfermedades, (momento en el que están más cerca de la muerte) establecen una conexión con ellos. Los médiums o los psíquicos siempre han sido los mediadores por excelencia. Pero hay muy pocos que puedan preciarse de poseer cualidades reseñables. Antes eran considerados sacerdotes, adivinos, brujos… pero su trabajo era siempre el mismo. Detectar a estas almas en pena y encontrar la forma de alejarlas de los vivos. O justo al contrario. Atraerlas para que los vivos pudieran despedirse, o utilizarlas como un medio para atormentar a alguien (esto a veces se realizaba por encargo).
No
hay que confundir, no obstante, a estos espíritus de humanos y animales con los
antiguos espíritus de la naturaleza (elementales), daimones, jinns, animales
guardianes o totémicos, dioses o númenes, que habitan en las dimensiones
espirituales, y que poseen una naturaleza completamente distinta a la nuestra.
En el caso de los daimones su esencia es un todo indivisible y nunca
pertenecieron a nuestro plano terrenal.
Otros entes cuya naturaleza constituye un todo son los espectros, las sombras (estas eran famosas en el Antiguo Egipto, donde creían que el alma estaba compuesta de nueve partes), o las larvas, que se podrían considerar parásitos inmateriales que se aprovechan de los vivos para alimentarse de su energía. (Aquí se aprecia cierta relación con los íncubos y súcubos) A veces, a estas criaturas les consagraban ofrendas para alimentarlas y mantenerlas contentas (algo que ahora se sigue haciendo en algunas fiestas, en especial el día de los Difuntos). Llevar flores a una tumba es una de esas reminiscencias. También había que tener muy claro para quién era esa ofrenda y realizar el ritual correctamente, o de lo contrario se producía una auténtica batalla campal en el mundo espiritual para ver quién se la llevaba (más o menos igual que en la Cabalgata de Reyes cuando lanzan caramelos al aire).
CREENCIAS
POPULARES
Entre
sumerios, griegos y egipcios estaba muy presente la idea de que un fantasma
podía presentarse en los sueños de una persona para transmitirle información, y
eran hechos que debían ser interpretados por los sacerdotes.
Muchos
de estos fantasmas también arrastraban cadenas como un símbolo de su condición de
presos (al parecer, es un complemento que no pasa de moda).
Plutarco, en el siglo I hablaba del espíritu de un hombre asesinado que se aparecía en unos baños de Queronea. Plinio el Joven, nos cuenta la historia del espíritu de un hombre que no dejó de pasearse por una casa de Atenas hasta que su nuevo dueño, un filósofo, lo acompañó y vio su cadáver. Sus apariciones cesaron cuando este lo enterró correctamente.
La
famosa historia de la novia cadáver data de esta época (y se han hecho tantos
retellings que aún en nuestros días, ha cosechado un gran éxito).
Y
si bien algunas de estas apariciones se consideran producto de la imaginación o
alucinaciones transitorias, otras parecen ser mucho más difíciles de explicar.
En el medievo, la creencia en fantasmas siguió siendo persistente, y no fue hasta la ilustración que empezó a decaer. Sin embargo, en el siglo XIX, con las famosas seánces, y las historias sobre casas encantadas, el fenómeno sufrió un repunte, y en el siglo XX la parpapsicología tomó el relevo y continuó con las pesquisas. Por otro lado, el cine y las leyendas urbanas se han encargado de mantener la creencia en fantasmas más viva que nunca. Los avistamientos y las psicofonías se han popularizado a través de cámaras de video, grabadoras, y otros soportes. Los fantasmas también le han cogido afición a las nuevas tecnologías y mucha gente ha convertido su presunta existencia en un negocio muy lucrativo. El turismo paranormal está en auge y cada vez tiene más adeptos.
Edimburgo,
por ejemplo, se sitúa como la ciudad más encantada de las Islas Británicas,
aunque Londres tampoco le va a la zaga y muchos dicen que la Torre de Londres
es el lugar más encantado del mundo.
Ciudades
como Praga y Toledo, se precian de ser lugares repletos de fantasmas, y los
pueblos que afirman ser el centro de sucesos paranormales son cada vez más
numerosos. Ahora los fantasmas se han convertido en un artículo de lujo y hasta
en una cuestión de orgullo nacional. Los castillos, las Iglesias y los hoteles
que tienen su fantasma particular siempre atraen a curiosos con más facilidad.
Y
ahora viene la parte divertida:
LEYENDAS SOBRE FANTASMAS y SUPERESTRELLAS DEL MUNDO ESPIRITUAL.
“Los cuarentaaa
fantasmaaaleees”
Esta
va a ser una lucha encarnizada, o más bien, espiritualizada.
Empezaremos
con Japón, la cuna de las tradiciones ancestrales y el karaoke.
Aquí
existen muchas clases diferentes de espíritus, pero intentaré centrarme solo en
aquellos que en algún momento fueron humanos. Los «Yokai» no entrarían en esta
categoría, mientras que los «Yurei» sí.
Los yurei suelen ser femeninos (en la cultura japonesa piensan que las mujeres sienten las emociones de forma más profunda que los hombres), y permanecen en el mundo de los vivos debido a su deseo de venganza, amor, odio, o alguna cuenta pendiente. Intentan comunicarse con sus parientes cercanos, pero en ocasiones su presencia no es fácil de detectar. Los yurei saben que están muertos y hace tiempo que se acostumbraron a su situación.
Algunos
tipos de yurei serían los siguientes:
El
shiryo: alma de una persona que acaba de morir, y que aún no ha aceptado su
propia muerte.
Los
goryo: yurei vengativos de origen aristocrático. Fantasmas que por alguna razón
(justificada o no) buscan la desgracia o la muerte de una persona viva. Al
igual que ocurría en el mundo griego, si no habían recibido un enterramiento
conforme a la tradición, podían llegar a maldecir a los descendientes de sus
parientes. Similares a estos serían los Onryo, que proceden del purgatorio, los
ubume (mujeres que fallecieron durante el parto), los funayurei (marineros
fallecidos) y los espíritus de niños, que por lo general son traviesos, pero no
dañinos.
Una
leyenda japonesa
La flauta
Cuentan que en Yedo vivía un hombre de negocios con
su mujer y su hija O’Yoné (cuyo significado era arroz espigado). Su vida
transcurría llena de felicidad, pues la pareja se quería con locura y la niña
crecía fuerte, sana y hermosa. Pero sucedió que, cuando O’Yoné tenía doce años,
su madre enfermó de gravedad, y en otoño de ese mismo año, la mujer murió. El
padre de O’Yoné se mantuvo en ayunas y no pronunció palabra, roto de dolor.
Pasaron los meses, y aunque la pérdida aún era reciente, se vio obligado a
regresar a los negocios. O’Yoné visitaba la tumba de su madre siempre que
podía, pero su padre consiguió pasar página, y después de uno de sus viajes a
Kioto, llegó con una nueva esposa. Era una mujer hermosa, pero de corazón negro
como el lodo. Celosa del amor que su marido le profesaba a O’Yoné, se
comportaba de forma muy cruel con ella, pero la niña guardaba silencio y
soportaba aquel tormento con estoicismo, porque no deseaba preocupar a su
padre. La madrastra se contuvo por miedo a su marido, pero un día se le
presentó una oportunidad de negocio en Kioto, que se encontraba a tres lunas de
Yedo y tuvo que marcharse.
Informó a su hija, y le preguntó qué regalo deseaba
que le trajera de la ciudad. Ella guardó silencio. Temblaba con violencia y
parecía preocupada. O’Yoné se echó a los brazos de su padre y le suplicó que no
se fuera, o que la llevara con él, pero él se negó y le dijo que estaría bien
con su madrastra. Ella le dijo que, si se iba de Yedo, nunca volvería a verla,
pero su padre no le dio importancia. Ignoraba el cambio que se había producido
en el ánimo de su hija, y creyó que su miedo no era más que una fantasía
infantil.
Al día siguiente, antes de su partida, O’Yoné le
entregó a su padre una pequeña flauta de bambú. Le dijo que la había hecho ella
misma.
«Cuando la toques, piensa en mí». Él la guardó entre sus pertenencias y partió.
Los negocios fueron bien y el padre de O’Yoné se
tomó las cosas con calma. Se olvidó de la pena de su hija, y el cuarto día,
cuando iba a asistir a una cena, encontró entre su ropa la pequeña flauta.
Cuando la sopló, un gemido lastimero emergió de su
interior. Asustado, la tiró al suelo.
Pensando que se lo había imaginado volvió a soplar
la flauta y esta vez, la voz de su hija resonó con claridad: «¡Padre, vuelve a
Yedo! ¡Vuelve a Yedo!»
El grito terminaba en un grito de horror y el padre
tuvo un terrible presentimiento. Canceló sus planes, y realizó el viaje de
regreso a casa sin descansar. Todo el mundo lo tomaba por un loco, llegó casi
muerto de cansando y con los pies sangrando.
Su mujer esperaba junto a la puerta.
«¿Dónde está mi hija?» preguntó. Su esposa se hizo
la tonta, y dijo que no lo sabía, que igual había salido a jugar por ahí. Pero
él insistió y ella, asustada, le dijo:
«En el campo de bambú».
El padre salió corriendo hacia allí y la llamó a
voces. Pero nadie respondió. Al final tomó la flauta y la tocó.
«Querido padre, mi madrastra me mató hace tres
lunas. Enterró mi cadáver en el campo de bambú. Puede que encuentres mis
huesos. En cuanto a mí, no volverás a verme…no volverás a verme».
Furioso y preso de una congoja sin límites, el
padre de O’Yoné cogió su espada y mató a su segunda esposa.
Vengada la muerte de su hija, se convirtió en un
peregrino y acudió a todos los lugares santos de Japón.
Nunca volvió a separarse de la pequeña flauta.
Fantasmas de…. Las leyendas alemanas
Alemania, al igual que otros países de Europa, no
se queda atrás en lo tocante a leyendas, y entre gnomos, enanos, ondinas, hombres lobo,
brujas y gigantes, también se pueden encontrar algunas historias sobre
fantasmas. En sus castillos abundan las apariciones de caballeros medievales o condesas
fallecidas, y en sus bosques todavía se escuchan los gritos de los sacerdotes
paganos asesinados por Carlomagno.
Los hermanos Grimm recogieron algunas de estas historias, que más adelante aparecerían en su libro Leyendas Alemanas.
Entre
ellas aparece una que se titula: La cena
de los fantasmas, y dice así:
En 1660, Federico III de Dinamarca acudió con su corte
a Flensburg con motivo de una reunión importante. Un caballero que también
estaba invitado por motivos que se desconocen, llegó demasiado tarde y cuando
llegó a la posada, el dueño le dijo que solo le quedaba una habitación y que,
aunque era muy grande, no le recomendaba pasar la noche allí, porque se veían y
se oían cosas raras. El caballero se mostró valeroso y dijo que si le
proporcionaba un candil para ver mejor lo que sea que se apareciera ante él,
sería suficiente.
Cuando llegó la medianoche, empezó a escuchar ruidos
raros. De modo que cogió el candil, y se sentó junto a la mesa que había en la
sala.
Al cabo de un rato, empezaron a bajar miembros del cuerpo por la chimenea, uno detrás de otro. Para entonces, el caballero ya estaba temblando más que el candil. Los miembros se recomponían solos, y al cabo de un rato, se reunieron para cenar un montón de fantasmas de alto standing, caballeros, nobles, etc. Ante la atónita mirada del caballero, que se había retirado a una esquina de la sala, prepararon el banquete con viandas exquisitas en un santiamén y le ofrecieron tomar asiento. Él, que estaba tan asustado que apenas podía moverse, le suplicó a Dios que lo librara de todo mal, y uno de aquellos caballeros fantasmales le ofreció una copa de plata. El la cogió —todavía estaba en estado de shock— y se quedó allí de pie mientras los nobles comían. Así como habían llegado, desparecieron, dejando sobre la mesa la vajilla de plata.
El caballero creyó que era un regalo y tuvo una
fuerte discusión con el posadero. El asunto llegó a oídos del rey, que falló en
favor del caballero.
En cuanto a la vajilla, nunca se supo cómo llegó
allí, ni de dónde procedía, pues carecía hasta de la marca del fabricante, como
era costumbre.
Esta entrada continuará en la segunda
parte del Especial Halloween.
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